Lola Ruiz Domenech (*)
La Opinión de Granada
Publicado originalmente el miércoles 19 de agosto.
El jueves 13 de agosto amaneció un día más claro en Buenos Aires. El Tribunal Federal Oral de San Martín condenaba a cadena perpetua por crímenes de guerra al ex general argentino y responsable de cuartel militar Campo de Mayo (uno de los mayores centros de exterminio de la dictadura argentina de 1.976 a 1.983), Santiago Omar Riveros. Junto a él, otros cuatro ex militares y un policía tendrán que cumplir penas de entre 8 y 25 años de cárcel por cometer violaciones de los derechos humanos durante la dictadura. En concreto fueron declarados culpables por el secuestro, tortura, asesinato y desaparición del joven de 15 años Floreal Avellaneda cuyo cadáver apareció en 1.976 en las costas de Montevideo. Al frío invierno argentino le ha llegado una cálida brisa que ha llenado el aire bonaerense de esperanza democrática, de justicia, de reparación.
Mientras tanto, en nuestra ciudad, el tórrido verano de 2009 ha sido recorrido por la gélida mano de la derecha. De la derecha que gobierna el ayuntamiento granadino y que no duda en mantener un monumento dedicado a una de las figuras que más incitaron al golpe de estado militar y que incitó a la violencia que se desató tras el golpe del 18 de julio porque hablaba de utilizar los puños y las pistolas "la última partida es siempre la partida de las armas". Mantener el monumento a José Antonio Primo de Rivera en una céntrica plaza granadina es una provocación a la democracia y a la justicia. Porque con su simbología: cinco brazos derechos realizando el saludo fascista recrea y celebra una de las etapas más negras y tristes de nuestro pasado. Aunque pueda entender que alguien tenga lazos emocionales debido a sus vínculos con quien mandó colocar dicha escultura, no puedo compartir que se mantenga. Porque ninguna persona que se precie de demócrata puede permitir que en un espacio público se haga apología del fascismo.
La misma derecha que gobierna el Ayuntamiento de Granada y que se niega una y otra vez a reconocer, a recordar, a reparar la memoria de quienes fueron asesinados, perseguidos, encarcelados sólo por sus ideas. En las tapias del cementerio de San José fusilaron cerca de 2.500 personas. Entre ellas a miembros de la Corporación Municipal que, legítimamente elegidos, ejercían su responsabilidad de representantes públicos. El alcalde, Manuel Fernández Montesinos, exalcaldes como José Polanco Romero, concejales como Constantino Ruiz Carnero, Enrique Marín Forero, Wenceslao Guerrero Zamora, Rafael Gómez Juárez, Juan Fernández Rosillo, Antonio Dalmases Miquel, José Valenzuela Marín, Rafael García Duarte Salcedo, Maximiliano Hernández Martínez, Francisco Rubio Callejón, Ricardo Corro Moncho, Jesús Yoldi Bereau, Virgilio Castilla Carmona, Juan Comino Alba, José Megías Manzano, Manuel Salinas Pérez.Junto a ellos, miles de personas anónimas, cuya memoria sigue viva en sus familiares y en todas las personas de bien que quieren y desean reparar la injusticia y rendirles homenaje.
Mientras tanto, en otros países, como ahora en Argentina se hace justicia. Desde hace años, en Italia o Alemania han desaparecido símbolos o referencias al fascismo y han sido sustituidos por placas, esculturas, monumentos que recuerdan a quienes dieron su vida por la libertad.En nuestro país todavía subsisten y, lo que es peor, todavía Lluis Companys, Blas Infante, Julián Grimau, y miles y miles de personas más esperan reparación y justicia, porque aún permanecen como delincuentes, tal y como los calificó la dictadura franquista y tal y como la democracia, incompleta y amnésica de nuestro país, no ha querido rehabilitar.
Mientras en plazas, calles y fachadas de nuestros pueblos, de nuestras ciudades, de nuestra Granada, siguen ocupando un lugar preferente los símbolos de una ideología que niega la libertad, la justicia y la paz, será ejemplo de que no hay una verdadera democracia. Si la derecha de esta ciudad es incapaz de acordar con el resto de fuerzas democráticas granadinas el traslado de la estatua de Bibataubín, un homenaje a los fusilados en el cementerio, un reconocimiento público a todas las personas perseguidas, demostrará que continúa más cercana a lo que esos símbolos representan que a lo que queremos construir entre todas las personas de bien: una sociedad más justa, más democrática, donde no quepa nunca más que nadie sea perseguido, encarcelado, asesinado, desaparecido por sus ideas.
(*) La autora del artículo es doctora en Historia y licenciada en Filosofía y Letras, además de ejercer de portavoz del grupo municipal de IU en el Ayuntamiento de Granada desde 2003. Es socia de UCAR-Granada y miembro de su ejecutiva.
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