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viernes, 3 de febrero de 2012

La alternativa republicana frente al dominio de los mercados


La República en España sería la probidad administrando, la verdad gobernando, la libertad reinando, sería la soberana realidad inexpugnable; (…) La República en España sería en el horizonte la irradiación de lo verdadero, promesa para todos, amenaza para el mal únicamente; sería ese gigante, el Derecho, en pie en Europa, detrás de esa barricada llamada los Pirineos.”

(“A España”, Victor Hugo, 1868)

José María García Labrac*


02/02/2012

En los últimos tiempos, asistimos inquietos al triunfo arrollador de los mercados sobre la democracia. Tecnócratas de nuevo cuño encabezan gobiernos de excepción en Grecia y en Italia, mientras en nuestro país arrasa electoralmente la derecha conservadora, tras el hundimiento estrepitoso de la ex socialdemocracia liberal.

En el fragor de la crisis financiera, arrecia la ofensiva contra los pilares del ya de por sí anoréxico Estado del Bienestar. Los gurús de la economía neoliberal diseñan la nueva configuración del mundo postindustrial, desconstitucionalizando los derechos sociales, devorando de un bocado los resultados de dos siglos de movimiento obrero.

A la par, en España, se prepara la voladura controlada del régimen de la Transición por aquellos mismos que lo hicieron surgir de los estertores del franquismo. La reforma exprés de la Constitución ha significado, en la práctica, el abatimiento de todas las defensas que amparaban los principales puntales progresivos del armazón estatal concebido en 1978. Desgarrados los precintos de seguridad, el flamante Gobierno de Mariano Rajoy no ha tardado ni un mes en comenzar la demolición de la casa común de todos los españoles.

Demonizados los sindicatos, chantajeadas la sanidad y la educación a punta de tijera, enlodazada la justicia, desprestigiados los representantes políticos, desactivadas las opciones minoritarias mediante una ley electoral injusta y bipartidista, la victoria de la oligarquía, el gobierno de la banca, es un hecho. Las vergonzantes absoluciones de Francisco Camps y Ricardo Costa y la persecución encarnizada contra Baltasar Garzón revelan la brutalidad del retroceso, la magnitud del reflujo. La Edad Contemporánea ha retornado a su propio punto de partida en un abrir y cerrar de ojos.

Si queremos rescatar la herencia de la Ilustración, si pretendemos volver a ser ciudadanos antes que súbditos (ya sea de monarcas absolutos o de especuladores de casino), si decidimos hacer realidad los principios plasmados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sólo la República Federal, sólo la revolución democrática española, pueden salvarnos del abismo.

Para ello, el movimiento republicano, hoy vegetativo y disperso, debe aglutinar esfuerzos, anhelos, luchas, confluyendo con todas las rebeldías, con todas las resistencias, con las gentes del 15-M, con los sindicalistas comprometidos, con las fuerzas de progreso y cambio. Debe constituirse, en fin, en alternativa de poder al statu quo predominante. No podemos perder la oportunidad que se nos presenta, de unirnos todos los disidentes, frente a la previsible e inminente dictadura de los mercados. Las diferencias, las querellas, las desconfianzas, deben ceder. El enemigo no es una máquina perfecta y la decantación final de la crisis es todavía un misterio insondable.

La soberanía nacional, ese hermoso fruto de la Era de las Luces, es hoy una quimera, cuando la democracia española yace arrodillada ante las apetencias y deseos, ya sean del eje francoalemán, ya sean de los organismos económicos internacionales, ya sean de las grandes fortunas evasoras de impuestos. Los republicanos debemos recuperar la bandera arriada de la defensa de la independencia de España, aquella misma causa que ocasionó la eclosión del liberalismo progresista en nuestra tierra, aquel mismo precepto que dio razón de ser a varias generaciones de revolucionarios cabales, padres fundadores del movimiento republicano español. La determinación de la política económica de un país tiene que ser responsabilidad exclusiva de sus habitantes, de sus ciudadanos, no un juguete al antojo de imperialismos foráneos ni de instituciones mundiales antidemocráticas.

El federalismo, como apuesta por la descentralización y autogobierno de los territorios que nos conforman, es la receta nunca aplicada al mal endémico que sufre España desde las sucesivas llegadas de los Austrias y los Borbones. Fueron aquellas dinastías extranjeras las que quebrantaron el ordenamiento foral peninsular, provocando heridas sangrantes que todavía hoy rezuman. ¿No es el nacionalismo catalán sino el legado del autoritarismo de los Decretos de Nueva Planta del rey Felipe V?, ¿Qué otra cosa es ETA que una rémora destilada de las guerras carlistas, de aquellos conflictos interborbónicos que tantas vidas de españoles segaron? La solución federal puede ser el contrapunto al absurdo y disparatado Estado de las Autonomías, la mejor opción para combatir la balcanización de la península ibérica, sueño ansiado por las potencias europeas desde hace siglos.

Si, como decíamos antes, el régimen producto de la Transición está condenado a desaparecer, adelantémonos a la sucesión y ofrezcamos a la sociedad nuestra propuesta para la Tercera República: Una República sinceramente democrática, basada en la voluntad popular expresada libremente, un Estado laico en el que la Administración no tenga la más mínima connivencia con la Iglesia Católica (ni con ninguna otra confesión religiosa), un sistema que pueda abordar sin complejos una economía al servicio de las grandes mayorías y no de unos pocos. Seamos, sin miedos pero también sin imprudencias, ciudadanos libres, merecedores de tales adjetivos calificativos.

En esta decisiva coyuntura, es más urgente que nunca la constitución de la alternativa republicana federal, frente amplio de acción y reflexión en el que debemos encontrarnos los dispuestos a defender las conquistas sociales derivadas de la Ilustración y de la Comuna, de la Bastilla y de Octubre, los resueltos a protagonizar un horizonte político fundamentado en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

En ello nos apostamos el futuro.

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Y, además,…¡Urdangarin!

La imputación en la “Operación Babel” de Iñaki Urdangarin ha desencadenado el primer cuestionamiento serio de la institución monárquica durante los más de 35 años de reinado de su suegro, Juan Carlos I. El estallido del escándalo ha venido a coincidir con la evidencia palpable de un rey anciano y enfermo, noqueado por los acontecimientos, símbolo amortizado de una Transición agotada. A estas alturas de la película, el heredero del general Franco, el héroe del 23-F, estorba más que sirve a los dueños de todas las cosas. En la narrativa del Capitalismo 2.0, versión cañí, parece que ha llegado la hora de un moderno cuento de príncipes y princesas. O incluso, la de una república de opereta, vaciada, eso sí, de toda la esencia radical y transformadora comprendida en el ideal republicano.

* José María García Labrac es portavoz provincial de Unidad Cívica Andaluza por la República en Granada (UCAR-Granada).


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