Justo Navarro
El País
16 de septiembre de 2009
Tiene en Granada un monumento el fundador del partido Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, fusilado por la República en 1936. Es una escultura de los años setenta, de Francisco López Burgos, Premio Nacional: cinco brazos que se alzan en saludo a la romana, más dos alas de águila, sobre un pedestal, en la plaza de Bibataubín, ante el palacio de la Diputación. La última vez que lo vi fue en mayo. Unas colegialas japonesas se hacían fotos mientras levantaban los brazos como para volar o decir adiós. No creo que tuvieran idea de qué representa la escultura de López Burgos. No se les ocurriría que Granada quizá sea una de las pocas ciudades que todavía celebra en un jardín público la simbología fascista, el saludo a la manera de Hitler y Mussolini.
Hay quienes quieren quitar el monumento. El PSOE e IU pidieron la retirada en un pleno del Ayuntamiento, en febrero, pero el PP, con la alcaldía y la mayoría absoluta, rechazó la propuesta. Tampoco el PSOE e IU desmontaron la estatua cuando gobernaban la ciudad. Retirar la estatua supondría un acto “talibán progre”, o eso dice el presidente granadino del PP, Sebastián Pérez, según contaba el martes en estas páginas Valme Cortés. Parece que a Sebastián Pérez le gusta jugar con el contrasentido, pues, de acuerdo con el diccionario de la Academia, los talibanes son fundamentalistas, fanáticos, entiendo yo, y los progres son liberales. Progres les llamaban a los antifranquistas en los últimos años del franquismo para descalificarlos en plan de burla, cuando atacar en serio a los defensores de las libertades democráticas ni siquiera quedaba bien entre los partidarios de la dictadura.
El PP encuentra valor artístico e histórico en el monumento joseantoniano. Los que quieren quitarlo no le ven ni valor artístico ni valor histórico, y la Comisión de Patrimonio de la Consejería de Cultura avala ese criterio. Yo no sé si la estatua de López Burgos tiene valor artístico, porque los gustos están sujetos a modas, y los cánones de la belleza cambian con los tiempos, los lugares, las mentalidades, los temperamentos. Lo que hoy se lleva, mañana desagrada. Cualquier cosa me puede parecer fea a mí y bellísima a un amigo mío, y al revés, y no creo que ningún tribunal de justicia pueda decidir sobre estos asuntos.
Pero sobre el monumento a Primo de Rivera tengo una opinión que quizá guarde relación con la fealdad y la belleza: no me parece muy estético que en un jardín público de Granada exista una estatua que celebre los gestos de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Primo de Rivera no era ni Hitler ni Mussolini, por muy afín que les fuera, pero el problema de su versión radical del nacionalismo español es que lo copiaba casi todo del extranjero: palabras, saludos, consignas, ritos, gritos y mitos. Todo lo importaba de la Alemania y la Italia de la época. ¿Queda hoy algún político en Europa que considere “un impulso de odio, resentimiento y rencor” pedir que no se conmemore en monumentos públicos la simbología nazi-fascista? Queda uno por lo menos: el presidente del PP en Granada.
Hay, sin embargo, una cosa en la que coincido con el PP: el monumento tiene valor histórico. Esto me parece indiscutible. Testimonia que en los años setenta del pasado siglo todavía se honraba en Granada y en España a los totalitarismos derrotados en la II Guerra Mundial, como se les sigue honrando en 2009. Así que es mejor no tocar el monumento. Probablemente no sea una obra de arte, pero es un documento histórico. Convendría añadir al pedestal una placa sobre la historia del monumento hasta el presente, más algunas imágenes del pasado: Hitler y Mussolini con alguno de sus amigos españoles, saludando brazo en alto, y un poco de información sobre las leyes antijudías nazi-fascistas de los años treinta, por ejemplo, y el extremo al que llegó la violencia que tutelaba y hacía cumplir esas leyes.
El País
16 de septiembre de 2009
Tiene en Granada un monumento el fundador del partido Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, fusilado por la República en 1936. Es una escultura de los años setenta, de Francisco López Burgos, Premio Nacional: cinco brazos que se alzan en saludo a la romana, más dos alas de águila, sobre un pedestal, en la plaza de Bibataubín, ante el palacio de la Diputación. La última vez que lo vi fue en mayo. Unas colegialas japonesas se hacían fotos mientras levantaban los brazos como para volar o decir adiós. No creo que tuvieran idea de qué representa la escultura de López Burgos. No se les ocurriría que Granada quizá sea una de las pocas ciudades que todavía celebra en un jardín público la simbología fascista, el saludo a la manera de Hitler y Mussolini.
Hay quienes quieren quitar el monumento. El PSOE e IU pidieron la retirada en un pleno del Ayuntamiento, en febrero, pero el PP, con la alcaldía y la mayoría absoluta, rechazó la propuesta. Tampoco el PSOE e IU desmontaron la estatua cuando gobernaban la ciudad. Retirar la estatua supondría un acto “talibán progre”, o eso dice el presidente granadino del PP, Sebastián Pérez, según contaba el martes en estas páginas Valme Cortés. Parece que a Sebastián Pérez le gusta jugar con el contrasentido, pues, de acuerdo con el diccionario de la Academia, los talibanes son fundamentalistas, fanáticos, entiendo yo, y los progres son liberales. Progres les llamaban a los antifranquistas en los últimos años del franquismo para descalificarlos en plan de burla, cuando atacar en serio a los defensores de las libertades democráticas ni siquiera quedaba bien entre los partidarios de la dictadura.
El PP encuentra valor artístico e histórico en el monumento joseantoniano. Los que quieren quitarlo no le ven ni valor artístico ni valor histórico, y la Comisión de Patrimonio de la Consejería de Cultura avala ese criterio. Yo no sé si la estatua de López Burgos tiene valor artístico, porque los gustos están sujetos a modas, y los cánones de la belleza cambian con los tiempos, los lugares, las mentalidades, los temperamentos. Lo que hoy se lleva, mañana desagrada. Cualquier cosa me puede parecer fea a mí y bellísima a un amigo mío, y al revés, y no creo que ningún tribunal de justicia pueda decidir sobre estos asuntos.
Pero sobre el monumento a Primo de Rivera tengo una opinión que quizá guarde relación con la fealdad y la belleza: no me parece muy estético que en un jardín público de Granada exista una estatua que celebre los gestos de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Primo de Rivera no era ni Hitler ni Mussolini, por muy afín que les fuera, pero el problema de su versión radical del nacionalismo español es que lo copiaba casi todo del extranjero: palabras, saludos, consignas, ritos, gritos y mitos. Todo lo importaba de la Alemania y la Italia de la época. ¿Queda hoy algún político en Europa que considere “un impulso de odio, resentimiento y rencor” pedir que no se conmemore en monumentos públicos la simbología nazi-fascista? Queda uno por lo menos: el presidente del PP en Granada.
Hay, sin embargo, una cosa en la que coincido con el PP: el monumento tiene valor histórico. Esto me parece indiscutible. Testimonia que en los años setenta del pasado siglo todavía se honraba en Granada y en España a los totalitarismos derrotados en la II Guerra Mundial, como se les sigue honrando en 2009. Así que es mejor no tocar el monumento. Probablemente no sea una obra de arte, pero es un documento histórico. Convendría añadir al pedestal una placa sobre la historia del monumento hasta el presente, más algunas imágenes del pasado: Hitler y Mussolini con alguno de sus amigos españoles, saludando brazo en alto, y un poco de información sobre las leyes antijudías nazi-fascistas de los años treinta, por ejemplo, y el extremo al que llegó la violencia que tutelaba y hacía cumplir esas leyes.
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