Luis Arias Argüelles-Meres
La Opinión A Coruña
08/07/2011
"Grito '¡Todo!', y el eco dice '¡Nada!'./ Grito '¡Nada!', y el eco dice '¡Todo!'. / Ahora sé que la nada lo era todo, / y todo era ceniza de la nada" (José Hierro)
No lo niego. La propuesta de reconstruir la izquierda es tan necesaria como loable. No lo niego. El mundo de la cultura no ha de estar en una burbuja (para eso tenemos suficiente con el ladrillo y los políticos), sino que ha de comprometerse con lo que sucede. No lo niego. Denunciar que los gobiernos son rehenes de los intereses de la banca, mientras que el paro y la pobreza se desbocan, es manifestar lo obvio, si bien en este caso resulta necesario proclamarlo a los cuatro vientos.
Sucede, sin embargo, que el manifiesto que firmaron una serie de intelectuales y artistas en pro de una reconstrucción de la izquierda carece de credibilidad. De entrada, cuando alguien se reclama y proclama intelectual, está obligado a hacer algo más que criticar, es decir, se espera un nivel de auto exigencia lo suficientemente serio como para llevar a cabo análisis que arrojen lucidez y claridad. Y tales cosas no las encontraría ni el mismísimo Diógenes en el manifiesto de marras, sino que tampoco se conocen por parte de ninguno de los firmantes reflexiones con la suficiente carga de profundidad no sólo para explicar lo que pasa, sino también para poner sobre la mesa soluciones desde el punto de vista teórico. No es de recibo considerarse intelectual y, a la hora de la verdad, no ir más allá de las perogrulladas.
Al lado de esto, hay un problema de credibilidad en un doble sentido. Entre los firmantes, hay personajes que en su momento formaron parte de los coros y danzas de Zapatero con aquella estúpida campaña de la ceja. Pues bien, en el más benévolo de los supuestos, a estos firmantes no se les puede considerar muy sagaces intelectualmente, pues apostar por el político más inconsistente que hemos tenido desde la transición a esta parte no es algo que otorgue a nadie la gloria intelectualmente hablando. Ello por no hablar de las suspicacias que algo así puede levantar, pues el mundo de la farándula no pasa por su mejor momento en lo que se refiere a su honorabilidad; unos por estar imputados y otros por haber manifestado una fe ciega en aquéllos.
Y, en otro orden de cosas, este nuevo imperativo de reconstrucción de la izquierda llega, en el mejor de los casos, excesivamente tarde. ¿Acaso es necesario tener que recordar a sesudos pensadores que ser de izquierdas va mucho más allá de las siglas? Porque aquí nadie tendría que preguntarle a Zavalita cuándo se jodió la izquierda. Bien se sabe que tal cosa tuvo lugar en tiempos de Felipe González. Quiere decirse con esto que mucho tardaron en darse cuenta de la necesidad de reconstrucción de la izquierda, que, desde luego, no surgió a partir de 2088, sino ya en los años 80, aunque, sin duda, la cosa haya ido a más.
La izquierda debe ser reconstruida, ya lo sabemos. A renglón seguido, digan cómo; o, al menos, sugieran algunas directrices. ¿Tan espesa anda la intelectualidad hispana, la misma que se vanagloria de tener incorporado el discurso de nuestros mejores pensadores y literatos del pasado siglo?
¿Alguno de estos firmantes tuvo a bien preguntarse lo que un Unamuno, entre otros muchos, diría en el momento actual? ¿De verdad creen que se conformaría con ir a remolque de los acontecimientos sociales más recientes y con soltar topicazos para los que no se requiere, no ya un talento envidiable, sino tan siquiera un mínimo esfuerzo?
No hay duda de que no es justo tener que soportar a esta izquierda de siglas y a sus dirigentes. Pero tampoco lo es aceptar que, desde la falta de credibilidad más descarada, por carecer de independencia y perspicacia, que algunas gentes nos quieran pastorear desde su simpleza más absoluta.
Al final, puede que lo que en su momento escribió Unamuno acerca de la derecha española más rancia sea aplicable a esta izquierda de siglas que padecemos, así como a sus eruditos a la violeta que firman manifiestos afrentosamente triviales.
Reparen, si no, en estas palabras de don Miguel y pregúntense si no es cierto esto que digo: "La característica del tradicionalismo español es, en efecto, su vaciedad de contenido político y social, vacío que se llena cono pura retórica hasta como tal retórica de ordinario mala".
Malos tiempos para la izquierda, malos tiempos para el compromiso de la cultura, desde su clientelismo y pensamiento blando y, como diría Ortega, mansurrón y lanar.
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