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martes, 29 de diciembre de 2009

La Transición según los Panero


Cristina Moreiras-Menor, catedrática de la Universidad de Michigan, analiza la película de culto 'El desencanto' como metáfora del devenir de la España contemporánea

Eduardo Tébar

La Opinión de Granada

03/10/2009

Jaime Chávarri supo que los Panero eran auténticas fieras ante las cámaras el primer día que trató a Felicidad Blanc. La viuda de Leopoldo Panero, el ilustre poeta del franquismo e inseparable compañero de farras del granadino Luis Rosales, cautivó al joven cineasta con sus gestos delicados y una oratoria digna de los mejores actores homéricos. Michi, el menor de los descendientes, propuso el proyecto de la película a Chávarri una noche de copas. El realizador –bisnieto del ex presidente del Gobierno Antonio Maura– trasladó la idea al productor Elías Querejeta. Visto bueno: la familia astorgana tiene una historia.

Y tanto. El director acumuló una cantidad ingente de material rodado. Eliminar testimonios resulta una sangría. Sintetizar, imposible. El metraje está atiborrado de revelaciones lúcidas y descaradas. Al final, la participación sorpresiva del segundo vástago, Leopoldo María, dinamita el trabajo y acapara el hilo conductor. El entonces incipiente poeta novísimo –el más joven de la pléyade liderada por Pere Gimferrer y seleccionada por José María Castellet– exhibe su malditismo y desata la locura que ya en aquella época le acompaña. El autor de ´Así se fundó Carnaby Street´ culpabiliza públicamente a su madre de todos sus males. También ridiculiza a su progenitor, el insigne y ascético bardo del régimen, al que llama "conejo blanco" y "padre brutal". Mientras, la estatua del poeta vilipendiado aparece envuelta en plástico. El muerto no puede defenderse.

El escándalo estaba servido. Una mujer desengañada y tres hijos ´raros´, literatos y de inclinaciones disidentes y escatológicas. En plena Transición, Felicidad Blanc acudió al estreno acompañada por Luis Rosales. Cuentan que el escritor granadino salió del cine con la cara descompuesta. En un año de notable acogida en las salas de la capital, la película pronto alcanzó el estatus de obra de culto. Y los intelectuales la proclamaron símbolo de la Transición.

"Fui a al estreno. A partir de ahí, se convirtió en un icono de mi generación. Franco aún no había muerto", cuenta Cristina Moreiras-Menor. La catedrática de la Universidad de Michigan –imparte clases de doctorado y la asignatura de Literatura y Cine Españoles–, psicóloga, crítica y experta en Historia Cultural profundiza sobre el mito. Ayer desarrolló su tesis sobre los Panero en el II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea, en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Su próximo libro, que provisionalmente bautiza ´La ruina del tiempo´, dedica 60 páginas a las dos referencias cinematográficas sobre la estirpe de los Panero: ´El desencanto´ y ´Después de tantos años´, la secuela dirigida por Ricardo Franco en 1994.

"Trabajo con las nociones de herencia y transición. Hago una reflexión crítica sobre la Transición en base al pensamiento de Walter Benjamin, que dice que se trata de un concepto vacío, antifilosófico y carente de significación. Para él, todo es transición. No existe la temporalidad transitoria", explica la experta. Moreiras-Menor propone una interpretación de la cinta de Chávarri como metáfora de la España de aquellos años convulsos. "Es la historia de una herencia y la imposibilidad de asumirla. Como consecuencia de tal infidelidad a la herencia paterna, se produce la ruina. Michi le pide a Jaime Chávarri que haga el documental para ver cuál es la herencia que deja su padre. Lo que se encuentran es un legado ruinoso y de desastre, como los 40 años de franquismo".

Según la catedrática, en la realidad nunca ha existido lo que se conoce como Transición. "Es imposible y es falsa", asevera la estudiosa, de 50 años. "la Transición está llena de remanentes del franquismo. Intenta asumir una herencia imposible que funciona durante su momento, arrastrando los fantasmas del anterior régimen. Llego a la conclusión de que la Transición es una experiencia del presente que siempre mira hacia el futuro, hacia el porvenir". Moreiras-Menor matiza sus conclusiones. "Las etapas que se contextualizan históricamente como momentos de transición suelen olvidar el pasado: miran al futuro siempre. Sin embargo, a través de la metáfora de los Panero intento demostrar que no es el caso de España". De tal forma, la ponente cree que, el día de la inauguración de la estatua del poeta Leopoldo Panero en Astorga, se colectivizó la tragedia familiar. "Se convierten en la imagen de la España del momento. El homenaje del pueblo es el tributo a un poeta oficial del franquismo", apunta la autora.

La imagen desoladora que plantea Cristina Moreiras-Menor llega al paroxismo dos décadas más tarde, en la secuela que Michi le solicita a Ricardo Franco por mera necesidad económica. En ´Después de tantos años´ –título que nunca convenció al director– , el menor aparece demacrado por la cirrosis. Leopoldo María, exaltado en su enajenación como residente del Manicomio de Mondragón. Y Juan Luis, el mayor, escribiendo solo en su residencia levantina, desentendido de las miserias de sus hermanos. "Felicidad Blanc ya había muerto. Michi sale muriéndose como consecuencia de un alcoholismo arrastrado. Pero dice una frase muy bonita: ´Todos estamos muertos, pero a ver si nos matan de una vez´. Pero no se experimenta como pasado, sino como una desolación presente". Desde luego, los Panero tienen cuerda aún.

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