Hugo Martínez Abarca
Quién mucho abarca
25/12/2010
Quién mucho abarca
25/12/2010
Si realmente el rey no ejerciera un cargo político a nadie se le ocurriría que diera cada año un discurso político (soporífero, pero político), del mismo modo que si España no fuera un Estado confesional a nadie se le ocurriría que lo diera en Nochebuena y con un belén detrás. El discurso, acordado entre la Casa Real y el Gobierno, es un intento de hacer pasar por neutras algunas valoraciones que no son neutras ni mucho menos, pero como las dice el rey y él no es un cargo político…
Este año, en cambio, no ha disimulado un discurso tremendamente discutible y parcial sobre la crisis. Vino a decir que ésta es una crisis como las que cíclicamente sufrimos quienes vivimos bajo el capitalismo (no lo expresó así, pero sí dijo eso) y que igual que hemos salido de otras crisis saldremos de ésta. Puede resultar comprensible que para la supervivencia de una institución como la suya sea imprescindible ansiar la máxima quietud o regresión política, cultural, económica y moral. Pero nadie puede negar que esta crisis es muchísimo más profunda que otras cíclicas recientes y no es en absoluto marginal la idea de que es una crisis de civilización y de modelo económico y político. Que no sepamos a qué nos va a llevar la crisis (dependerá de lo que hagamos) no impide tener claro que lo que habrá tras la crisis será cualitativamente distinto de lo que había antes. Difundir, como hizo el monarca, ese optimismo suave según el cual la crisis no es para tanto (es como otras) es una forma de contribuir al inmovilismo, a la resignación y a la espera a que salgamos de ésta como salimos de otras.
En esa misma línea ideológica, nada neutra, pusieron en el discurso del monarca un apoyo a las reformas económicas y antisociales que se están impulsando desde los organismos internacionales (en el discurso sólo se mencionaba a la inmaculada Unión Europea) y que está ejecutando entusiasta el PSOE con las ideas más duras del PP y los apoyos numéricos de CiU, PNV y CC. No sólo no es neutral esa posición, sino que es absolutamente ilegítimo usar a un cargo político que está al margen de todo control democrático para defender unas políticas contra las que ha habido una huelga general, puede haber otra en pocas semanas y que cuenta con la oposición de un sector muy amplio de la ciudadanía (por mucho que cuente con el apoyo de los partidos turnistas estatales y autonómicos).
Sólo dos cosas de las que dijo pueden estar sin problemas en su boca. Es a él a quien corresponde decir si abdica o no (en tanto en cuanto no consigamos echarle). Dijo que no pensaba hacerlo y me alegré: la sucesión será mucho más difícil para su hijo si no se hace en vida de Juan Carlos. La otra fue una confesión personal a la que le ocurría como a los papeles de Wikileaks, que aunque todos lo supiéramos no es lo mismo al verlo dicho por el protagonista: “No hemos llegado hasta aquí (…) para renunciar a nuestras ambiciones“. Y si algo no le falta al hombre son ambiciones.
Este año, en cambio, no ha disimulado un discurso tremendamente discutible y parcial sobre la crisis. Vino a decir que ésta es una crisis como las que cíclicamente sufrimos quienes vivimos bajo el capitalismo (no lo expresó así, pero sí dijo eso) y que igual que hemos salido de otras crisis saldremos de ésta. Puede resultar comprensible que para la supervivencia de una institución como la suya sea imprescindible ansiar la máxima quietud o regresión política, cultural, económica y moral. Pero nadie puede negar que esta crisis es muchísimo más profunda que otras cíclicas recientes y no es en absoluto marginal la idea de que es una crisis de civilización y de modelo económico y político. Que no sepamos a qué nos va a llevar la crisis (dependerá de lo que hagamos) no impide tener claro que lo que habrá tras la crisis será cualitativamente distinto de lo que había antes. Difundir, como hizo el monarca, ese optimismo suave según el cual la crisis no es para tanto (es como otras) es una forma de contribuir al inmovilismo, a la resignación y a la espera a que salgamos de ésta como salimos de otras.
En esa misma línea ideológica, nada neutra, pusieron en el discurso del monarca un apoyo a las reformas económicas y antisociales que se están impulsando desde los organismos internacionales (en el discurso sólo se mencionaba a la inmaculada Unión Europea) y que está ejecutando entusiasta el PSOE con las ideas más duras del PP y los apoyos numéricos de CiU, PNV y CC. No sólo no es neutral esa posición, sino que es absolutamente ilegítimo usar a un cargo político que está al margen de todo control democrático para defender unas políticas contra las que ha habido una huelga general, puede haber otra en pocas semanas y que cuenta con la oposición de un sector muy amplio de la ciudadanía (por mucho que cuente con el apoyo de los partidos turnistas estatales y autonómicos).
Sólo dos cosas de las que dijo pueden estar sin problemas en su boca. Es a él a quien corresponde decir si abdica o no (en tanto en cuanto no consigamos echarle). Dijo que no pensaba hacerlo y me alegré: la sucesión será mucho más difícil para su hijo si no se hace en vida de Juan Carlos. La otra fue una confesión personal a la que le ocurría como a los papeles de Wikileaks, que aunque todos lo supiéramos no es lo mismo al verlo dicho por el protagonista: “No hemos llegado hasta aquí (…) para renunciar a nuestras ambiciones“. Y si algo no le falta al hombre son ambiciones.
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