Alfredo Grimaldos (*)
Cuarto Poder
14/11/2010
El flamenco es un arte que ha evolucionado, a lo largo de siglo y medio, gracias a los empujones creativos que le han dado individualidades geniales, desde Chacón a Manolo Caracol, Antonio Mairena, Camarón o Enrique Morente (**). Cada uno de ellos ha creado una escuela perfectamente identificable, que ha enriquecido a otros muchos intérpretes. Acaba de fallecer el último de estos grandes referentes en el arte jondo.
Morente ha sido un gran heterodoxo, pero partiendo de un conocimiento exhaustivo del cante clásico. Antes de llegar a los experimentos más rompedores de su carrera, como Omega o el último disco que grabó en estudio, dedicado a Pablo Picasso, había dejado ya registrada una obra monumental, en la que se puede apreciar su conocimiento enciclopédico de todos los estilos flamencos. Hay que volver a escuchar discos como Cantes antiguos del flamenco u Homenaje a Don Antonio Chacón para comprobar la solidez de su magisterio. Todos la obra del cantaor granadino está basada en una gran sabiduría y en el más profundo respeto por las figuras de las que él aprendió.
Llegó a Madrid muy joven, y en la capital se sumergió en el universo flamenco que tenía como epicentro la plaza de Santa Ana. Como todos los grandes renovadores, Enrique fagocitó la herencia de viejos maestros como Pepe de La Matrona, Aurelio Sellés, Rafael Romero El Gallina o Juan Varea, para recrearla después con su inconfundible sello propio. El mítico tablao Zambra fue su primera gran escuela artística. “Vine aquí de emigrante, con quince años, a trabajar, y como todos los demás andaluces, murcianos o de cualquier sitio, Madrid me acogió y enseguida la sentí mía”, recordaba. “Me he hecho como cantaor aquí, que es donde estaban todos los grandes del flamenco cuando vine. Si no, no sé si habría llegado a ser artista”.
“Cuando trabajaba en Zambra, me iba todas las noches andando a mi casa, desde Neptuno hasta Carabanchel. Un día llegué al tablao y canté una seguiriya nueva, y Rafael Romero, que era tremendo para el rigor y los cánones del flamenco, me preguntó de quién era aquello. Para que no me regañara, le contesté: ‘Eso se lo escuché a un viejo de Granada que se ha ido ahora a vivir a la Alpujarra’. No le dije que era mío, claro. Pero esta forma de ser mía, inseguro, también me ha hecho equivocarme muchas veces. Eso sí, yo siempre digo que es mejor arriesgarse a todo antes que aburrirte tú y aburrir al personal. Apoltronarte en un sillón no es nunca sano para el arte”.
Enrique ha sido, además, pionero a la hora de meter a compás flamenco los versos de poetas cultos como Miguel Hernández, García Lorca, los hermanos Machado, Pedro Garfias, Nicolás Guillén… Eso le convirtió en víctima de las arbitrariedades franquistas. La censura impidió la publicación de su disco dedicado al poeta de Orihuela, porque incluía la adaptación flamenca de Andaluces de Jaén. El volumen salió primero en México, completo, y en España apareció después, en 1971, sin ese corte. “A Miguel Hernández llegué a través de gente como Paco Almazán, José Luis Ortiz Nuevo, Francisco Gutiérrez Carbajo… Mis amigos del Colegio Mayor San Juan Evangelista, donde estaba el arte y la inquietud social”, recordaba. “Fue una experiencia muy bonita la que vivimos en los años 70, llevando el flamenco a los estudiantes”.
Gracias al cantaor granadino y también a pioneros de tanta categoría como Juan y Pepe Habichuela o José Menese, entre otros, el cante y el toque encontraron fructífero eco entre los universitarios del final de la dictadura y el principio de la venerada Transición. La inquietud creativa de Morente permitió que muchos estudiantes de aquella época escucháramos por primera vez los versos de los poetas proscritos por el Régimen interpretados con melismática jondura.
Algunos de los jóvenes colegiales que hoy residen en el San Juan Evangelista no tendrán muy claro, posiblemente, quién fue Luis Carrero Blanco, pero el San Juan Evangelista y el cante sufrieron las consecuencias de la voladura, aquel lejano mes de diciembre de 1973, del almirante que ejerció de fontanero mayor de Franco. Coincidiendo con el atentado, Morente tenía programado un concierto en el colegio, e incluso llegó a iniciar su actuación, pero sólo tuvo tiempo de hacer un fandango. Con letra muy clásica, eso sí: “Pa’ ese coche funeral / no me quiero quitar el sombrero, / pa’ ese coche funeral, / que la persona que va dentro / me ha hecho a mí de pasar / los más terribles tormentos”.
“La letra del día de Carrero es antigua”, nos comentaba Enrique. “Yo siempre he sido un poco rebelde y me salió así. Otra vez, fue la mujer de Franco con Raphael, al Teatro Barceló, a un palco, y yo estaba allí cantando. Aproveché para hacer dos o tres letrillas de éstas. Claro, no podíamos estar callados”
Hemos perdido a Enrique en plena madurez creativa, con mil innovadores proyectos por delante. La voz se le había enronquecido y había perdido algunos de sus exquisitos matices, pero sonaba más flamenca que nunca. Cada concierto de Morente seguía siendo un lujo y una incógnita. Su inagotable repertorio le permitía realizar todo tipo de variaciones. Por ejemplo, el pasado año, en poco más de una semana, hizo en directo Omega, junto a los rockeros de Lagartija Nick, ofreció un recital de cante clásico en Vallecas, interpretó poemas de su paisano Luis García Montero y estrenó el disco de Picasso. “Muchas veces lo único distinto es el título, pero, en el fondo, hago el mismo concierto”, nos explicaba con su habitual sentido del humor. “Lo que pasa es que unas veces llevo unas botas coloradas; otras, una camisa de chorreras… Sombrero cordobés no me pongo nunca, porque ya no se estila, pero me parece precioso. Lo que más cambia entre un espectáculo y otro es el tipo de público que asiste. Yo no podría vivir sin hacer conciertos de cante clásico, pero me dan mucha vida estos otros, con un concepto muy diferente y músicos que no son flamencos. Pero si te fijas, Omega lo abro con martinetes, y canto por seguiriyas y por alegrías… En realidad, la expresión es básicamente la misma. Por encima de todo, soy un cantaor”.
(*) Alfredo Grimaldos es periodista y escritor.
Morente ha sido un gran heterodoxo, pero partiendo de un conocimiento exhaustivo del cante clásico. Antes de llegar a los experimentos más rompedores de su carrera, como Omega o el último disco que grabó en estudio, dedicado a Pablo Picasso, había dejado ya registrada una obra monumental, en la que se puede apreciar su conocimiento enciclopédico de todos los estilos flamencos. Hay que volver a escuchar discos como Cantes antiguos del flamenco u Homenaje a Don Antonio Chacón para comprobar la solidez de su magisterio. Todos la obra del cantaor granadino está basada en una gran sabiduría y en el más profundo respeto por las figuras de las que él aprendió.
Llegó a Madrid muy joven, y en la capital se sumergió en el universo flamenco que tenía como epicentro la plaza de Santa Ana. Como todos los grandes renovadores, Enrique fagocitó la herencia de viejos maestros como Pepe de La Matrona, Aurelio Sellés, Rafael Romero El Gallina o Juan Varea, para recrearla después con su inconfundible sello propio. El mítico tablao Zambra fue su primera gran escuela artística. “Vine aquí de emigrante, con quince años, a trabajar, y como todos los demás andaluces, murcianos o de cualquier sitio, Madrid me acogió y enseguida la sentí mía”, recordaba. “Me he hecho como cantaor aquí, que es donde estaban todos los grandes del flamenco cuando vine. Si no, no sé si habría llegado a ser artista”.
“Cuando trabajaba en Zambra, me iba todas las noches andando a mi casa, desde Neptuno hasta Carabanchel. Un día llegué al tablao y canté una seguiriya nueva, y Rafael Romero, que era tremendo para el rigor y los cánones del flamenco, me preguntó de quién era aquello. Para que no me regañara, le contesté: ‘Eso se lo escuché a un viejo de Granada que se ha ido ahora a vivir a la Alpujarra’. No le dije que era mío, claro. Pero esta forma de ser mía, inseguro, también me ha hecho equivocarme muchas veces. Eso sí, yo siempre digo que es mejor arriesgarse a todo antes que aburrirte tú y aburrir al personal. Apoltronarte en un sillón no es nunca sano para el arte”.
Enrique ha sido, además, pionero a la hora de meter a compás flamenco los versos de poetas cultos como Miguel Hernández, García Lorca, los hermanos Machado, Pedro Garfias, Nicolás Guillén… Eso le convirtió en víctima de las arbitrariedades franquistas. La censura impidió la publicación de su disco dedicado al poeta de Orihuela, porque incluía la adaptación flamenca de Andaluces de Jaén. El volumen salió primero en México, completo, y en España apareció después, en 1971, sin ese corte. “A Miguel Hernández llegué a través de gente como Paco Almazán, José Luis Ortiz Nuevo, Francisco Gutiérrez Carbajo… Mis amigos del Colegio Mayor San Juan Evangelista, donde estaba el arte y la inquietud social”, recordaba. “Fue una experiencia muy bonita la que vivimos en los años 70, llevando el flamenco a los estudiantes”.
Gracias al cantaor granadino y también a pioneros de tanta categoría como Juan y Pepe Habichuela o José Menese, entre otros, el cante y el toque encontraron fructífero eco entre los universitarios del final de la dictadura y el principio de la venerada Transición. La inquietud creativa de Morente permitió que muchos estudiantes de aquella época escucháramos por primera vez los versos de los poetas proscritos por el Régimen interpretados con melismática jondura.
Algunos de los jóvenes colegiales que hoy residen en el San Juan Evangelista no tendrán muy claro, posiblemente, quién fue Luis Carrero Blanco, pero el San Juan Evangelista y el cante sufrieron las consecuencias de la voladura, aquel lejano mes de diciembre de 1973, del almirante que ejerció de fontanero mayor de Franco. Coincidiendo con el atentado, Morente tenía programado un concierto en el colegio, e incluso llegó a iniciar su actuación, pero sólo tuvo tiempo de hacer un fandango. Con letra muy clásica, eso sí: “Pa’ ese coche funeral / no me quiero quitar el sombrero, / pa’ ese coche funeral, / que la persona que va dentro / me ha hecho a mí de pasar / los más terribles tormentos”.
“La letra del día de Carrero es antigua”, nos comentaba Enrique. “Yo siempre he sido un poco rebelde y me salió así. Otra vez, fue la mujer de Franco con Raphael, al Teatro Barceló, a un palco, y yo estaba allí cantando. Aproveché para hacer dos o tres letrillas de éstas. Claro, no podíamos estar callados”
Hemos perdido a Enrique en plena madurez creativa, con mil innovadores proyectos por delante. La voz se le había enronquecido y había perdido algunos de sus exquisitos matices, pero sonaba más flamenca que nunca. Cada concierto de Morente seguía siendo un lujo y una incógnita. Su inagotable repertorio le permitía realizar todo tipo de variaciones. Por ejemplo, el pasado año, en poco más de una semana, hizo en directo Omega, junto a los rockeros de Lagartija Nick, ofreció un recital de cante clásico en Vallecas, interpretó poemas de su paisano Luis García Montero y estrenó el disco de Picasso. “Muchas veces lo único distinto es el título, pero, en el fondo, hago el mismo concierto”, nos explicaba con su habitual sentido del humor. “Lo que pasa es que unas veces llevo unas botas coloradas; otras, una camisa de chorreras… Sombrero cordobés no me pongo nunca, porque ya no se estila, pero me parece precioso. Lo que más cambia entre un espectáculo y otro es el tipo de público que asiste. Yo no podría vivir sin hacer conciertos de cante clásico, pero me dan mucha vida estos otros, con un concepto muy diferente y músicos que no son flamencos. Pero si te fijas, Omega lo abro con martinetes, y canto por seguiriyas y por alegrías… En realidad, la expresión es básicamente la misma. Por encima de todo, soy un cantaor”.
(*) Alfredo Grimaldos es periodista y escritor.
(**) Enrique Morente (Granada, 1942) falleció ayer, 13 de diciembre de 2010, en la Clínica La Luz de Madrid. Su familia ha presentado una denuncia contra el centro hospitalario por “negligencia médica”.
http://www.cuartopoder.es/invitados/enrique-morente-el-sabio-innovador/884
# En la fotografía: El magistral cantaor Enrique Morente y el joven republicano Fran Hidalgo, en las puertas de la cafetería Carlos V, en plena calle de San Jerónimo, frente a la plaza de la Universidad, en Granada, la tarde noche del jueves 27 de mayo de 2010. Esta imagen fue tomada instantes después de la clausura del Acto Público contra la Impunidad del Franquismo, en el que ambos colaboraron, junto a otras personalidades, colectivos republicanos y asociaciones memorialistas.
http://www.cuartopoder.es/invitados/enrique-morente-el-sabio-innovador/884
# En la fotografía: El magistral cantaor Enrique Morente y el joven republicano Fran Hidalgo, en las puertas de la cafetería Carlos V, en plena calle de San Jerónimo, frente a la plaza de la Universidad, en Granada, la tarde noche del jueves 27 de mayo de 2010. Esta imagen fue tomada instantes después de la clausura del Acto Público contra la Impunidad del Franquismo, en el que ambos colaboraron, junto a otras personalidades, colectivos republicanos y asociaciones memorialistas.
1 comentario:
Morente.
Todo un señor.
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