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martes, 11 de octubre de 2011

De Nakens al pesebre


Alfredo Grimaldos


La primera vez que leí algo acerca de José Nakens fue en la revista Crash, en 1979. La publicación estaba dirigida por un periodista auténtico, Andrés Sánchez, y fue una de las muchas cabeceras izquierdistas que surgieron durante los primeros años de la Transición, cuando se produjo una espontánea eclosión de libertad impresa, a pesar de la persecución policial y judicial, que continuó siendo implacable, y de los complementarios atentados de la extrema derecha instrumentalizada desde el poder, como el que acabó con la vida del conserje del semanario satírico El Papus, en 1977.

La efímera vida de Crash –diez extraordinarios números mensuales que hoy son piezas de colección– finalizó con Andrés Sánchez, Rafael Gómez Parra y otros colaboradores de la publicación detenidos y maltratados por Billy el Niño y sus secuaces de la policía política, que mantuvieron intacto su poder tras la desaparición física de Franco y acabaron recibiendo medallas pensionadas.

En aquel artículo de Crash se hablaba del atentado que sufrió el rey Alfonso XIII en Madrid el día de su boda, llevado a cabo por el anarquista Mateo Morral, a quien el director de El Motín acogió en su casa durante unas horas. Nakens aparecía de refilón en el texto, pero merecía la pena indagar más en la figura de tan singular periodista.

También aquellos días tuve el inmenso privilegio de conocer a José Bergamín, que comenzó a colaborar en el modesto periódico Tricolor, de cuya redacción yo formaba parte. A trancas y barrancas, don José se comprometía a escribir cada nuevo artículo después de que compartiéramos con él una botella de vino fino en su ático de la Plaza de Oriente y le pusiéramos al día de lo que se cocía en el mundo del flamenco. Además, en dos ocasiones, el 20 de noviembre de 1979 y el de 1980, subimos a su casa para fotografiar desde la terraza las concentraciones de extrema derecha que tenían lugar abajo. Dejábamos las cámaras allí la tarde anterior, por seguridad, y volvíamos al ático de Bergamín a primera hora de la mañana. Cuando la jauría fascista desaparecía, bajábamos con él al cercano bar El Alabardero para continuar disfrutando de su fascinante conversación.

En una de esas charlas, le pregunté al maestro por José Nakens, de quien me habló con apasionamiento y admiración. Resultó que don José tenía archivada la colección completa de El Motín. Era uno de los grandes tesoros impresos que conservaba. Varias veces comentamos la posibilidad de echar un vistazo juntos a aquellos ejemplares, pero por problemas técnicos –no recuerdo exactamente en qué parada de su azarosa peregrinación vital los había dejado a buen recaudo–, nunca llegamos a hacerlo. Después, Bergamín, harto del rumbo que tomaba esta “democracia”, se fue a vivir a Guipúzcoa, donde pasó sus últimos años.

Ahora, con la publicación del libro Puntos negros y otros artículos (La Linterna Sorda), se presenta una magnífica ocasión de penetrar en el mundo de José Nakens, cuyos textos deberían ser una referencia fundamental para los profesionales de la información, más aún en la hora de la extinción por asfixia del genuino periodismo. Lo que escribía el director de El Motín a principios del pasado siglo mantiene absoluta vigencia: «Los tiempos son de lucha y hay que sacar todas las armas depositadas en los Parques de la Libertad y el Sentido Común. Los clericales están hoy más envalentonados que en el tiempo de los conservadores, y los carlistas, su guardia negra, más insultadores y procaces, como si la España decente hubiera olvidado ya que fueron siempre unos asesinos, unos ladrones, unos incendiarios y unos violadores, y que a ellos debe principalmente su incultura, su atraso y su ruina».

Una reflexión que nos resulta bastante familiar, cuando aún padecemos a personajes como Rouco Varela y el presidente del Gobierno le da más dinero público que nunca para financiar sus hechicerías. El anticlericalismo y el republicanismo que defendió Nakens con ilustrada vehemencia continúan siendo imprescindibles. Un siglo después de que dejara plasmado su lúcido pensamiento, sufrimos el peso de un bipartidismo corrupto encabezado por el monarca que designó como heredero suyo el dictador Francisco Franco.

Una importante clave del desarme moral y crítico de esta sociedad está en la desinformación, la intoxicación y el silenciamiento de muchos aspectos básicos de la realidad que realizan a diario la mayoría de los medios de comunicación. Dice mi amigo y maestro José Luis Morales que, en este tiempo, el periodismo se ha convertido en una profesión de delincuentes y premios nobel de la mediocridad. Los grandes delincuentes son los que mandan y los cobardes y analfabetos que reproducen fielmente el discurso dominante, sus sicarios.

El lema básico del buen periodista se ha definido siempre con siete palabras: “papel y lápiz y a la calle”. Ahora la imagen de la redacción de un gran diario recuerda lo que aparece en la primera escena de la película “El apartamento”, de Billy Wilder: una abigarrada multitud de oficinistas trabajando encadenados a su mesa. Los periodistas se han convertido en un ejército de gallinas ponedoras que no pisan nunca la tierra a lo largo de toda su triste vida profesional.

La opinión libre de figuras como Nakens y el permanente contacto con la realidad que debe caracterizar a un periodista se han transformado en la reproducción papanatas de comunicados oficiales, ruedas de prensa sin preguntas y dossieres policiales. El Rey, los banqueros y la casta política están blindados informativamente. El supuesto pluralismo de los medios de comunicación sólo sirve para que se produzcan los habituales intercambios partidistas de cubos de basura en época electoral, que después quedan en nada. Los pilares de la podredumbre estructural del sistema nunca se tocan. Y el periodismo libre tiene que estar siempre contra el poder.

Los medios se encuentran más controlados y manipulados que nunca y los profesionales díscolos acaban siendo expulsados de ellos. El pesebre exige sumisión absoluta a la línea editorial de los amos. Nakens ya dejó claro también esto, desmarcándose con rotundidad de las plumas prostituidas: «Me llevaré a la tierra virginidades, entre ellas la de no haber escrito ni una letra contra mis convicciones, ni haber alquilado mi pluma para servir intereses ajenos. Por eso compadezco tanto a los infieles galeotes de la inteligencia que no saben exigir y conservar en los periódicos donde escriben la independencia que yo tuve en todos. De todas las desgracias humanas, ninguna tan terrible como la de aplaudir o censurar por mandato del señor que paga».


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